En el contexto actual, los poderes ideológicos neocoloniales - los medios de comunicación - en la región de Puno, lanzan su ‘analfabetismo’ al mundo de los andes sobre sus vivencias como las fiestas, costumbres, ceremonias, entre otros rituales propio de éstas. Que ciertamente opacan la cosmovisión de los andes, particularmente el aymara. Lo que demuestra, la catequización en el típico reflejo del egocentrismo humano frente al entorno natural de la pluralidad festiva, manifestación ancestral, y sobre todo su disociación de todo contexto cultural, a la pompa tecnológica alcanzados, y a una brutal separación entre los poderíos ideológicos y la sociedad ancestral y sus ceremonias. Lo que es preciso escudriñar en este libelo la cosmovisión del ayllu en los andes y principalmente la anata, muy confundida con los carnavales de las urbes.  

EL AYLLU EN EL CONTEXTO ACTUAL

El ayllu es sobre todo— en lenguaje actual una comunidad campesina, indígena, nativa y originaria —una estructura social ancestral basadas en instituciones comunitarias absolutamente disímiles a la racionalidad instrumental de Occidente, a sus prácticas ceremoniales, productivas y de consumo, toma forma en una micro-geografía rural con todas las particularidades de gobierno, gestión y administración, dentro de una red de territorios localizados en varias capas, pisos o layas ecológicos: la Costa, el Altiplano andino, los valles interandinos.

En consecuencia el ayllu y su vigencia radica fundamentalmente en la fuerza de su identidad cultural ancestral, en la permanente recuperación de su memoria histórica que como todo colectivo social prefigura, reconfigura y refigura la conformación de sus ideales colectivos frente a modelos impuestos. La inspiración social emergente ha hecho y hace que siempre haya encontrado momentos de interpelación, actualizándose, transformándose, metamorfoseándose y retornando siempre a sus sedimentaciones históricas a lo largo del tiempo y de su memoria. Esta condición es vital en la medida que y desde las comunidades de los andes, precedentemente y en los micro-distritos barriales urbanos de hoy, se ha ido retroalimentando permanentemente en sus prácticas de vida. Por ejemplo, en el techado de una vivienda en una comunidad rural, todos sus miembros participan y logran a través del trabajo colectivo, practicar las bases de reciprocidad – ayni – institución fundamental en el mundo andino. Estas prácticas se trasladan a la ciudad donde, a pesar de los violentos choques de aculturización y prácticas híbridas, perviven y entablan vigencia de generación en generación. Es así que en el barrio andino, coexisten muchísimas formas colectivas de vida que se practican con mayor o menor intensidad, junto con el habla, la música y los tejidos, pilares de representación del mundo aymara.

El ayllu —institución comunitaria que se ha originado en los Andes centrales, en la cuenca hídrica del lago Titicaca hasta los salares encima del Atacama— se rearticula dentro de un enjambre de circuitos de reciprocidades heredadas, transformadas y reconfiguradas, que no ha sucumbido ni en los tiempos del Incario [1] a pesar de un siglo de ocupación, ni a las reducciones toledanas en la Colonia que por sus consecuencias históricas se convirtieron en una verdadera catástrofe histórica. Tampoco el ayllu sucumbió antes los embates de la República, cuyos criollos relegaron al ‘originario’ en las mismísimas condiciones coloniales, ni durante el implante del modelo de haciendas en el siglo XIX.

El Perú, vivió con el ‘velasquismo’ un proceso de reconfiguración de la identidad cultural reconociendo a pueblos ancestrales sobre todo a los ayllus como comunidades campesinas imponiendo una máscara identitaria, así mismo el inicio con medidas importantes como la reforma agraria y otras medidas estructurales, donde el indígena pasaba a ser campesino, el indígena obrero a asalariado de clase, las clases medias fortalecidas en las urbes, y todo esto enmarcado en la visión occidental típica de la modernidad. Tal vez fue el momento más crítico para la institución del ayllu, ya que socavaba profundamente las condiciones de solidaridad, trabajo colectivo y complementariedad. Pasada la larga noche de las dictaduras, donde el ayllu vivió escondido en las profundidades de la memoria ancestral.

Hoy con diferentes tonalidades, matices y velocidades del carácter comunitario del ayllu a lo largo de más de seis siglos, los pueblos ‘originarios’ ancestrales —especialmente los aymaras— han logrado sobrellevar simultáneamente a lo largo de la historia con entrecruzamientos, entrelazamientos y alternancias de las lógicas y cosmovisiones originarias con los horizontes históricos modernos de occidente, pero a la espera del mejor momento para irrumpir y proponer, rescatando lo mejor del pasado, una alternativa de vida, una alternativa de trabajo y una alternativa de construir "otro" hábitat.

Sin embargo, un sistema fuerte de distorsión y deslegitimación ha sufrido el ayllu —desde la Colonia hasta la República— produciendo especialmente una desestructuración del territorio —imposición de espacios jerárquicos y centralizados como el sistema de departamentos, provincias y distritos— una desorganización de las bases de producción —implante de centros de producción aislados como la agricultura intensiva— y la distorsión y suplantación del sistema político de autoridad —deslegitimación social a través de la matriz étnica-racial e imposición del modelo de liderazgo occidental basado en el culto a la personalidad—, entre otros.

Asimismo en la actualidad, y a la luz del proceso de resurgimiento y rescate de los valores ancestrales, encontramos en las periferias del mundo aymara, aunque débilmente, muchas manifestaciones donde la institución del ayllu se hace presente, hoy, cuasi-mutiladas por la torpeza del urbanizador que tercamente ha estado ciego ante la memoria del lugar.

En la coyuntura reinante, la reconstitución y fortalecimiento del ayllu, entendido como ‘el regreso a lo propio’, persigue aún la autogestión en todas las esferas de la vida del ayllu y en los niveles superiores de su estructura organizativa. Sin embargo, este proceso cuyas potencialidades son evidentes, enfrenta dificultades muy enraizadas en la cultura política del país.

LA ANATA AYMARA: MANIFESTACION ANCESTRAL MILENARIA.

La anata es la máxima expresión ancestral de la nación Aymara, en respuesta constestaria al carnaval folklórico de los criollos y mestizos, lo que marca la diferencia entre estas dos manifestación son muy evidentes, la primera manifiesta el agradecimiento a la madre tierra y a sus frutos, y la segunda, a los encuentros desenfrenados de juegos, banquetes, bailes y diversiones en general.

La "ch'alla de la Pachamama" o el anata en el ayllu de mundo andino, está organizado principalmente por el tiempo de producción agrícola, que coinciden con el inicio del tiempo de floración de los sembradíos de papa, que anuncia de esta forma la próxima cosecha. Esta condición le otorga el “sentido cíclico y renovador”, característico del calendario agrícola de la población aymara. Dicho tubérculo andino significa la misma vida para los aymaras y es uno de los pilares que sustenta su sistema social, muy relacionado con el respeto a la pacha taika (madre tierra). Toda esta cosmovisión se traduce en la celebración de la fiesta aymara del Anata o juego en la traducción aymara.

Se inicia por medio del ofrecimiento de flores y chicha en la tradicional ch’alla[2], se agradece a la Pacha taika[3] por la cosecha y se inicia la fiesta de la fertilidad.

El ritual agrícola se realiza en época de Jallu pacha o lluvias. Para los aymaras es el tiempo femenino, tiempo de la Paxsi Mama (Luna) y de la Pachamama. Todos los ritos están dirigidos a las sayañas y aynoqas de la papa, la quinua, la arveja y todo lo que en este tiempo esté floreciendo.

El Anata comienza el 2 de febrero, día de la Virgen de la Candelaria[4] impuesto por la colonia, con la satisfacción de los productos agrícolas y fundamentalmente de la papa.

Así mismo, los comunarios acostumbran marcar a los animales pequeños para ver el próximo año si han tenido cría, si han muerto o se han perdido.

Todas las comunidades andinas se reúnen este día para agradecer simbólicamente a la Pacha taika por la primera cosecha que se realizará después del Anata. Celebración ritual de convivencia mayor en un ayni de armonización de las energías de la comunidad natural de este ciclo de la Madre Tierra, que refleja su máxima expresión de revestimiento, productividad y convivialidad cosmogónica, vestido de un manto de samis o colores de la wiphalas y arco iris mostrando su mayor, regular o menor productividad según sea el año agrícola.

Es una manera de hacer el ayni, de concurrencia de energías espirituales a la materialidad de la producción, en un proceso de realización del paradigma de vida del Suma Qamaña/jakaña o Vivir Bien en una armonía integral.

En la celebración se agradece la generosidad de la Pacha taika y la papa con el ritual de la Ch'alla, la besa, le canta y le habla en la que se usa azúcar, coca, alcohol, flores, mixtura y vino.

Entre las ceremonias rituales se destaca a la q’uwancha[5], que es una ceremonia realizada con q’uwa[6], una planta del lago Titicaca, en las chacras y potreros de los agricultores aymaras. Los cultivos de papa, principalmente, son festejados con tarqueadas y adornados con serpentinas y membrillos.

En las chacras se hace una ofrenda o una wajt’a aymara, consistente en una mesa dulce, libaciones de alcohol, incienso y copal dedicados a la Pachamama.

También se cumple el floreo o wayñu, que es la ceremonia conocida como el matrimonio de los animales. A los camélidos y ganado vacuno se les colocan aretes o t’ikachus[7] de colores, además de serpentina para simbolizar su unión.

El tiempo de fertilidad es amenizado con música de tarkas y pinkillos, instrumentos del jallupacha[8].

Las autoridades se preparan para reunirse en comunidad, ch'allar la escuela, las carpas solares, el puesto médico, todo lo que es de la comunidad.

En algunos pueblos, se organizan prestes entre los comunarios y los familiares que viven en la ciudad. Los hermanos, los tíos, los padrinos que un día salieron a la ciudad a buscar trabajo o se convirtieron en comerciantes prósperos o simples empleados de Estado.

Desde tiempos inmemoriales, en el Anata los aymaras realizan la ch'alla de las chacras, los ganados, las herramientas, en solemne ceremonia a la Pacha taika y los Achachilas[9] por su protección y sus prosperidades. Lo que marca como un puente que restablece los lazos culturales con el culto y la familia.

CARNAVAL Y SU CELEBRACIÓN EN LAS URBES

El Carnaval es una fiesta que se celebra casi en todas partes del mundo. Es posible que se haya iniciado en Grecia o Roma hace miles de años.

Etimológicamente, el término carnaval viene de dos palabras: carne y levare; es decir, el abandono de placeres de la carne. En italiano, carnevale significa la época durante la que se podía comer carne después de Cuaresma.

A diferencia de esta festividad, la Anata tiene su raíz en los pueblos prehispánicos que agradecían por la fertilidad existente en las cosechas.

Ambas celebraciones se 'sincretizaron' y se celebran en el país con costumbres muy arraigadas, dependiendo de la región. Algunas costumbres del campo fueron trasladadas a las ciudades, como la ch’alla de los bienes materiales que también se cumple durante la Anata.

[1] Cerca de cien años y antes de la Conquista, el Imperio Inca penetró entre los Señoríos Aymara, en ésta parte del continente, y convivieron con éstos en una condición de complementación más que de conquista

[2] Rito tradicional del mundo andino e inicio de la fiesta de la fertilidad Jallu Pacha.

[3] La madre tierra para los aymaras.

[4] La Virgen de la Candelaria es la patrona de la ciudad de Puno, está asociada a la Pacha mama (culto a la tierra), el lago Titicaca, las minas y el trueno.

[5] Preparación de grasa de alpaca.

[6] grasa de alpaca.

[7] Adornos.

[8] Tiempo de lluvia.

[9] Apus tutelares, (cerros)